Bioética
Titular de la Cátedra UNESCO de Bioética de la Universidad de Barcelona (UB). Directora del Observatorio de Bioética y derecho de la UB. Directora del Máster en Bioética y Derecho UB.
A partir de los años setenta del pasado siglo, las relaciones entre seres humanos, ciencias y Medicina sufrieron un cambio importante ya que, junto a la tradicional tarea curativa, el desarrollo biotecnológico supuso la oportunidad de intervenir en los procesos vitales fundamentales. La posibilidad de realizar un diagnóstico genético de enfermedades que aún no se han manifestado, o la de aplicar terapias génicas en el tratamiento de determinados tipos de cáncer, sirven de ejemplos para mostrar formas de medicina y de biología radicalmente nuevas que implican un cambio de tal naturaleza que obliga a poner en cuestión los parámetros de valoración tradicionalmente utilizados. Así, estos avances científicos y sus aplicaciones tienen una proyección sobre la dignidad y los derechos que ha dado lugar a una problemática de rango global que denominamos Bioética. Parafraseando a Dworkin, las biotecnologías –y más aún si se asocian con la informática–, permiten "el dominio de la vida", con su carga de sacralidad, con los miedos e inquietudes que ello puede producir.
Algo de historia. Suele decirse que la Bioética surge cuando, en 1970, el oncólogo norteamericano Potter creó el neologismo “bioética” para referirse a la necesidad de construir un puente entre ciencias y humanidades que analizase la nueva problemática tecno-científica global. Se polemiza sobre esta primacía ya que, paralelamente, en 1971, el término fue empleado en la denominación del “Centro Joseph y Rose Kennedy para el estudio de la reproducción humana y la Bioética” –de la jesuítica Universidad de Georgetown– dirigido por el ginecólogo Hellegers y financiado por el matrimonio Shrivers-Kennedy, en el contexto de la lucha contra el aborto. A finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado –en buena medida frente al monopolio bioético de los teólogos que la iniciaron–, se incorporaron al análisis bioético las corrientes de pensamiento feministas, laicistas y multiculturalistas, aportando nuevas temáticas, perspectivas y enfoques que dieron un importante giro a la Bioética y que han permitido que la disciplina madure y se consolide y, en cierta forma, se refunde de nuevo. A estas corrientes no les resultó fácil hacer oír su voz ya que fueron ignoradas por la bioética establecida, que siendo claramente confesional –protestante o católica– se presentaba como neutral.
Esta línea de evolución histórica se corresponde con lo acaecido en España, donde la reflexión bioética durante su primera etapa estuvo en manos de los jesuitas del Instituto Borja, que impulsó una bioética clínica, con el enfoque principialista y católico característico de esta institución religiosa. Desde principios de la década de los noventa, con puntos de vista bien distintos, se fue gestando en la Universidad de Barcelona el centro de investigación “Observatorio de Bioética y Derecho” (www.bioeticayderecho.ub.edu), dirigido por M. Casado, una iniciativa interdisciplinar que supuso la ruptura con la orientación confesional dominante y suministró a la Bioética un enfoque enmarcado en las pautas que proporcionan los derechos humanos reconocidos en los instrumentos internacionales y en los principios constitucionales. Esta evolución tuvo un alcance que trascendió a nuestras fronteras y el grupo, con el apoyo de la Cátedra UNESCO de Bioética de la Universidad de Barcelona (UB) (http://www.bioeticayderecho.ub.edu/es/unesco), se fue haciendo un lugar cada vez más significativo, especialmente a causa del impacto normativo que alcanzaron sus trabajos y de las redes internacionales que, bajo los mismos principios de pluralismo e interdisciplina, se fueron creando. Actualmente, han proliferado las iniciativas bioéticas lideradas por empresas, laboratorios farmacéuticos y entidades que organizan y financian actividades en este campo que ha sido definido como uno de los principales focos de interés y como “el tema del s. XXI”. En los años noventa, también se produjo el proceso de institucionalización de la reflexión bioética en España y aparecen los primeros comités de ética de la investigación e inician su andadura los del ámbito hospitalario. Asimismo, se crean los primeros comités de ámbito estatal o local pero, curiosamente, hasta el 2008 no se constituyó el Comité de Bioética de España (www.comitedebioetica.es).
Si tomamos la perspectiva de lo acaecido en Latinoamérica, puede decirse que ha acaecido una evolución semejante si bien los grupos más destacados y las corrientes existentes tienen peculiaridades propias, ya que la bioética latinoamericana puede adoptar un enfoque cercano al marxismo, un pretendido estatus científico y objetivo que rehúye de axiomas ideológicos, o un paradigma laicista. La primera Cátedra UNESCO de Bioética del mundo se creó adscrita a la Universidad de Buenos Aires (UBA) y su titular, S. D. Bergel, estableció a lo largo de décadas, sólidas redes internacionales que aún perduran (p.ej., con la Cátedra UNESCO de Bioética de la UB, de la que soy titular, o la red Alfa de la UE para la enseñanza de la Bioética: http://www.bioeticayderecho.ub.edu/es/red-de-investigacion-para-el-establecimiento-de-programas-para-la-ensenanza-conjunta-de-la-bioetica). En el caso de la bioética latinoamericana continental/marxista –en torno al Diccionario de Tealdi–, se utiliza una perspectiva local, aunque para superar los problemas regionales emplean paradigmas con pretensiones globales, tales como el marxismo o el pensamiento continental europeo. En el ámbito de la bioética latinoamericana –del grupo de F. Lolas y la OPS–, el objetivo es crear una disciplina universal con pretensión de neutralidad, cientificismo y objetividad, desacreditando cualquier perspectiva explícitamente ideológica –lo que es una opción también ideológica en sí misma–. Y en el caso de la bioética latinoamericana de paradigma laicista, éste no es tan explícito como en las bioéticas laicistas europeas y frecuentemente presenta rasgos de las bioéticas que se denominan feministas –es el caso del Observatorio de FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) liderado por F. Luna (www.bioetica.flacso.org.ar)–. Es interesante señalar las correlaciones y concordancias entre grupos; por ejemplo, las sinergias existentes entre el de FLACSO y el de la UB que se ponen de manifiesto en la convergencia de las revistas institucionales de ambos (Perspectivas Bioéticas de FLACSO, decana de las revistas de Bioética en español y la Revista de Bioética y Derecho de la UB, pionera en formato on line) fundidas en una sola desde el pasado año (http://revistes.ub.edu/index.php/RBD/).
Ámbitos y rasgos fundamentales. Los ámbitos de la Bioética son múltiples y para abordarlos resulta necesaria una especial disposición para el diálogo multidisciplinar. Puede decirse que la característica que mejor identifica a la materia es, precisamente, la interdisciplinaridad, porque los temas que trata no pueden ser abordados desde la tradicional separación en ramas del conocimiento. Actualmente, se acepta sin discusión que forman parte de la Bioética los problemas derivados de la ingeniería genética y de la terapia génica, el análisis del genoma humano, la reproducción asistida, la investigación y experimentación, la salud sexual y reproductiva, la interrupción voluntaria del embarazo, la esterilización, la eutanasia, los trasplantes, el uso del Big Data en salud y la confidencialidad de las datos, las discapacidades, la neurobiología y psiquiatría, el SIDA, el mejoramiento humano, las drogas, la priorización de recursos y el acceso a los beneficios del avance científico-técnico, la ecología, la responsabilidad social en salud, entre otros.
La Bioética se apoya en el reconocimiento de la pluralidad de opciones morales que caracteriza a las sociedades actuales y la búsqueda de un mínimo marco de acuerdo, por medio del cual individuos pertenecientes a "comunidades morales" diversas puedan considerarse ligados por una estructura común, que permita la resolución de los conflictos con el suficiente grado de acuerdo. La elaboración de unos procedimientos de toma de decisiones en las que todos los implicados puedan participar, supone un paso de importancia fundamental. Dado que nuestras sociedades pretenden ser democráticas y son indudablemente plurales, los problemas bioéticos deben ser debatidos antes de que sean adoptadas soluciones normativas, sobre las que es preciso lograr consenso. Un consenso que en cuestiones que atañen a los valores individuales y colectivos en forma tan especial, resulta difícil de conseguir. “La Bioética no defiende una actitud moral concreta ni busca ofrecer respuestas determinadas y definitivas. Huye de los posicionamientos morales extremos pero busca una reflexión fundamentada, crítica y argumentada que se centre en la singularidad de la situación concreta… La Bioética no determina qué es el bien sino que anima a las personas inmersas en una situación de conflicto a que acuerden el suyo propio a través del diálogo y el respeto” (CBC, http://comitebioetica.cat/el-comite/que-es-la-bioetica/). Por ello conviene centrar la búsqueda del compromiso en la elaboración de unas reglas del juego aceptables para la mayoría de los ciudadanos, independientemente de sus opciones ideológicas.
Bioética y Derecho. La Bioética proporciona herramientas para la adopción de decisiones que afectan a valores y en las que resulta de especial importancia el proceso de elaboración y el análisis de las pautas que deben regir la acción en lo referente a la intervención técnica del hombre sobre su propia vida y el medio en que la desarrolla. Se impone una estrecha relación entre la ciencia, la ética y el Derecho que supere el tradicional aislamiento de esas disciplinas y permita obtener un compromiso en la elaboración de reglas del juego aceptables para la mayoría de los ciudadanos.
Es preciso que la sociedad, los parlamentos y los gobiernos tomen en consideración que el establecimiento de determinadas políticas supone la elección de un determinado modelo, que excluye otros, lo cual no debe ser resuelto sin reflexión y debate previos. Pero, en último extremo, si no hay acuerdo, el Derecho deberá establecer los límites de lo permitido, y de ahí deriva la estrecha relación entre la Bioética y el Derecho –entendido como norma de conducta que emana de la voluntad de todos–. Por ello, la implicación entre el Derecho y la Bioética es de carácter intrínseco y, así como la contribución de aquél es fundamental para ésta, las aportaciones del análisis bioético deben ser consideradas de una extrema utilidad para el Derecho a la hora de elucidar problemas suscitados por la biotecnología, ya que ambas disciplinas comparten una misma finalidad: el respeto y la promoción de los derechos humanos reconocidos.
Por ello, el reconocimiento de la pluralidad de opciones morales que caracteriza a las sociedades actuales constituye un aspecto central para la Bioética y acredita la necesidad de establecer un marco de acuerdo mediante el cual individuos pertenecientes a “comunidades morales” diversas puedan considerarse ligados por una estructura común que permita la resolución de conflictos con suficiente grado de acuerdo. Precisamente de proporcionar este marco común se ocupa el Derecho como mecanismo idóneo para asegurar los valores básicos, justamente por su carácter general y vinculante y por la función de orientación de las conductas que desempeña en la sociedad.
Ésta es una de las misiones fundamentales que ejercen los instrumentos internacionales de reconocimiento y protección de los derechos de la persona, que homogeneizan unos mínimos contenidos básicos en un contexto internacional culturalmente diverso. En el contexto internacional, la UNESCO y el Consejo de Europa tratan de establecer un “derecho común” y de armonizar legislaciones y criterios en el ámbito internacional en materia de Bioética. Sus aportaciones fundamentales son el Convenio de Derechos Humanos y Biomedicina de 1997, del Consejo de Europa, y las tres declaraciones de la UNESCO: la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, de 1998, la Declaración internacional sobre los datos genéticos humanos, de 2003, y la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, de 2005.
Necesidad de implicación colectiva. La reflexión del conjunto de la sociedad debe permitir una evaluación que acompañe y oriente los cambios y que construya sistemas para el control de sus consecuencias, teniendo en cuenta que más vale prevenir que corregir, lo cual en este terreno puede llegar a ser del todo imposible. Es necesario que exista una tradición de diálogo y compromiso y una sociedad civil bien trabada, pues ambas condiciones suministran unas bases favorables para lograr el éxito en esta tarea colectiva, que debe basarse en el respeto al otro (autonomía), entendido como un respeto solidario (justicia).
Bibliografía
BARONI, Manuel (2016). El origen de la Bioética como problema, Barcelona: Ed. UB.
CASADO, M. (Comp.) (2000). Estudios de Bioética y Derecho. Valencia: Tirant lo Blanch. Disponible en http://www.bioeticayderecho.ub.edu/es/solicitud/libro-estudios-de-bioetica-y-derecho
CASADO, M. (Coord.) (2009). Sobre la dignidad y los principios. Análisis de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO. Civitas. Disponible en http://www.bioeticayderecho.ub.edu/es/solicitud/libro-sobre-la-dignidad-y-los-principios
CASADO, M. (2004). Las Leyes de la Bioética. Barcelona: Gedisa.
DWORKIN, R. (1994). El dominio de la vida. Barcelona: Ariel (numerosas reediciones).
VALLS, R. (2003). Ética para la Bioética y a ratos para la política. Barcelona: Gedisa.
Sádaba, J. (2004). Principios de Bioética Laica, Barcelona: Gedisa.
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Recibido: 22/09/2016; Publicado: 03/2017