Vida en mínima conciencia
Médico, UBA. Magíster en Filosofía y Doctor en Ciencias en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Presidente de la Fundación INECO para la investigación en neurociencias.
Vida en mínima conciencia [1]
Diagnóstico de muerte. Las definiciones de vida y muerte como tales exceden a la Medicina y son más bien patrimonio de la Filosofía. Platón definió el cuerpo vivo como aquel al cual su actividad “le proviene desde sí mismo y para sí mismo” (Fedón, 245e); Aristóteles a su vez escribió que por vida se entiende “nutrición, crecimiento, y envejecimientos” (De Anima, 412ª14), es decir, los movimientos que más esencialmente definen a un ser vivo.
Las ciencias naturales por su parte “nunca han podido dar una definición satisfactoria” acerca de qué sea la vida (Nisbet y Sleep, 2001). Más allá de estas dificultades, las ciencias biológicas coinciden en que un organismo vivo es aquel capaz de crecer, replicarse y evolucionar (Rasmussen et al., 2004). El concepto de muerte establece que “la muerte es la cesación permanente de las funciones críticas de un organismo como un todo” (Bernat, 1998), es decir que ésta es, en la práctica, lo opuesto a la vida. Médicamente hablando, las funciones de un organismo como un todo son la respiración y la circulación, con sus mecanismos respectivos de control (Korein y Machado, 2004).
Todas estas funciones son dependientes del sistema nervioso central. Recientemente se ha acelerado una discusión profunda acerca de los límites neurales de la vida, con la aparición de colaboraciones más estrechas entre neurólogos, abogados y filósofos (Fins, 2005). La práctica clínica es la única capaz de diagnosticar con fundamentos científicos la muerte del individuo.
La muerte como cesación de las funciones vitales del individuo puede establecerse mediante criterios cardiorrespiratorios o neurológicos. Desde el punto de vista neurológico, el paciente con muerte cerebral y no aquel en estado vegetativo o de conciencia mínima es quien muestra pérdida de las funciones vitales críticas para la existencia de vida orgánica.
Mínima conciencia y estado vegetativo. Desde una perspectiva neurobiológica se ha propuesto que el hecho de estar consciente (state of conscious awareness) es una propiedad emergente de la actividad de las redes neurales entre las cortezas y el tálamo. Los desórdenes de la conciencia continúan fascinando a neurólogos, neurocientíficos y hasta filósofos, pero existe una gran dificultad en el abordaje experimental. En un extremo está la muerte cerebral, definida como el cese total y permanente de todas las funciones neurales; siguiente a este estado se encuentra el estado vegetativo persistente (EVP). En el EVP se disocian dos elementos cardinales de la conciencia: la capacidad de permanecer en vigilia y la capacidad de tomar conciencia (wakefulness without awareness), puesto que en el EVP permanece la capacidad de alternar entre la vigilia y el sueño pero no existe conciencia de sí mismo ni del entorno. El estado de mínima conciencia, cuya reciente definición clínica (Giacino et al., 2002) involucra un mínimo estado de conciencia de uno mismo o del entorno en forma no consistente, debe presentar al menos un comportamiento que manifieste presencia de conciencia.
Éste ocurre inconsistentemente pero puede ser reproducido o sostenido por un tiempo largo para ser diferenciado de un comportamiento reflejo. Resulta esencial diferenciarlo del EVP, ya que algunos investigadores sugieren que la evolución podría ser diferente. Recientes investigaciones realizadas por nuestro grupo (Bekinschtein y col., 2004) utilizando resonancia magnética cerebral funcional, demostraron funciones cognitivas residuales en pacientes en estado de mínima conciencia.
Aunque estas “islas” de actividad cognitiva no representan un sistema integrado de conciencia, remarcan la cautela de realizar comentarios delicados delante del paciente. El “síndrome de enclaustramiento” (locked in syndrome) es un estado en el cual la conciencia y las funciones cognitivas están presentes, pero los movimientos son imposibles porque hay parálisis del sistema motor voluntario. A diferencia del EVP, estos enfermos pueden tener relación con el medio. El “mutismo akinético” es un síndrome raro, caracterizado por disminución o ausencia de los movimientos del cuerpo y pérdida del lenguaje.
Bibliografía
BERNAT, J. L. (1998). A defense of the whole-brain concept of death. En Hastings Cent Rep 28:14-23.
FINS, J. J. (2005). Rethinking disorders of consciousness: new research and its implications. En Hastings Cent Rep 35:22-24.
MACHADO, C. - SHEWMON, D. A. (Eds.) (2004). Brain Death and Disorders of Consciousness, New York: Kluwer Academic/Plenum.
NISBET, E. G. - SLEEP, N. H. (2001). The habitat and nature of early life. En Nature, 409:1083-109.
PALLIS, C. - HARLEY, D. H. (1996). ABC of Brainstem Death. En Br Med J.
RASMUSSEN, S. - CHEN, L., et al. (2004). Transition from nonliving to living matter. En Science 303: 963-965.
BEKINSCHTEIN, T., et al. (2004). Emotion processing in the minimally conscious state. En J Neurol Neurosurg Psychiatry 75(5):788.
GIACINO, J. T. (2002). Minimally conscious state: Definition and diagnostic criteria. En Neurology, 58:349-51.
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Recibido: 07/06/2016; Publicado: 03/2017
[1] Texto que se reproduce, con autorización del autor, del publicado en el “Diccionario Latinoamericano de Bioética”, dir. Juan Carlos Tealdi, Bogota: UNESCO – Red latinoamericana y del Caribe de Bioética: Universidad Nacional de Colombia, 2008.